Relato de un encuentro extraordinario

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Capítulo VIII

Hay días en que el océano Pacífico revela sorpresas difíciles de olvidar, aun para quienes conviven con su fuerza y belleza. Los pescadores científicos de Jurubirá y la historia de un avistamiento memorable y valioso, ocurrido durante un monitoreo de cetáceos en el golfo de Tribugá.

Orca, golfo de Tribugá, R&E
Esas aletas dorsales largas y negras son inconfundibles. Inspiran temor y asombro, pero también son la confirmación de un avistamiento memorable. La cadencia de los movimientos sobre la superficie y los resoplidos que se disipan con el viento mantienen atentos a los testigos de aquel encuentro, que no sólo se une a una colección de historias que se narrarán en las comunidades del golfo de Tribugá, sino que pueden ser un paso adelante hacia la investigación científica de esta especie en el Pacífico colombiano. Fotografía de Yerson Gonzáles (Fundación R&E Ocean Community Conservation).

Era una mañana perfecta para navegar. El mar estaba tranquilo y sobre el horizonte se dibujaba un paisaje azul terso. El agua resplandecía por los tenues rayos solares que se filtraban entre los nubarrones y se reflejaban en ella. Parecía como si la embarcación se estuviera deslizando sobre un espejo interminable. Desde el bote, los tres pescadores científicos de Jurubirá, Toño, Yerson y Happy, recorrían el golfo de Tribugá en busca de cualquier movimiento que irrumpiera en la superficie.

A pocos minutos de haber embarcado la lancha desde las playas de Jurubirá, aquella jornada del 9 de mayo de 2023 concedió la primera sorpresa. Eran las 7:40 cuando un resoplido emergió en la superficie y una aleta se dejó ver surcando el escaso oleaje del Pacífico. Se trató de la cada vez menos inusual ballena de Bryde. Ello sucedió a doce millas de la costa del corregimiento. Por infortunio, el cetáceo, de un carácter solitario y huidizo, se sumergió y no volvió a descubrirse. Los pescadores no lograron siquiera obtener fotografías de ese registro. De cualquier manera, los pobladores locales han corroborado que tal especie se ha visto con mayor frecuencia merodeando las aguas del golfo durante los últimos tres años. La travesía continuó.

Cerca del mediodía, cuando la mañana se había tornado opaca, el mar comenzaba a inquietarse y la pequeña expedición avanzaba a cuatro millas de la costa de Cabo Corrientes —último punto del trayecto de monitoreo de ballenas y delfines—, los tripulantes notaron el vuelo en círculos de unos piqueros que se alzaban y caían cerca del agua. Un indicio de que había actividad en la superficie del océano. Era probable que allí se asentara un banco de peces, a merced del ataque de las aves. De repente, a pocos metros de esa concentración de vida, aparecieron diversas aletas dorsales.

—Muchachos, allá como que hay delfines—, dijo Yerson, señalando el punto en el que estaban los piqueros.

—¿Delfines? Pues no parecen, se ven diferentes—, contestó Happy, el capitán de la lancha.

—No. Estos son más grandes. Pueden ser calderones—, replicó Yerson.

Entonces Happy viró el bote y avanzó para acercarse a confirmar la identidad de los desconocidos. Mientras más se aproximaban, mayor era la expectación y el suspenso. Una, dos, decenas de aletas dorsales empezaron a observarse alrededor de la lancha. Enormes cuerpos negros con visos blancos y parches oculares tan característicos quedaron a la vista. Eran orcas. ¡Orcas en el golfo de Tribugá! Los machos, con sus aletas altas y alargadas, parecían alardear de su imponencia ante la mirada asombrada de los pescadores científicos.

Orca, golfo de Tribugá, R&E
El desafío de obtener mayor información científica sobre las orcas en el golfo de Tribugá, y sobre otra variedad de cetáceos, ha reunido a las comunidades locales con los biólogos, en procura de la conservación. Aunque la presencia de esta especie en el Pacífico colombiano es más frecuente de lo que se cree, tener un encuentro con ella es un evento extraordinario, para el cual se requiere más que una gota de fortuna. Fotografía de Yerson Gonzáles (Fundación R&E Ocean Community Conservation).

Al cabo de unos minutos los cetáceos se arrimaron a la lancha. Parecían sentirse atraídos por tal objeto extraño y ruidoso que flotaba sobre las olas. Algunas orcas curiosas decidieron nadar mostrando sus vientres por debajo del bote. Sus panzas blancas se veían ir de un lado al otro, a través del agua. Su carácter juguetón se manifestó frente a los pescadores. Pero ellos se debatían entre la fascinación y la tensión. Sus mayores les habían enseñado a temerles a esos gigantes, y nunca habían estado tan cerca como en aquella mañana. Los habían visto antes durante sus faenas de pesca, y al notar su presencia evitaban el contacto por el estigma de asesinos que se le ha otorgado.

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Orca, golfo de Tribugá, R&E
El registro de un grupo de orcas nadando en el golfo de Tribugá. Video de Edwin González (Fundación R&E Ocean Community Conservation).

—¡Uy, papá, mera orca, mijo!—, gritó Toño. Su voz denotaba una algarabía nerviosa, como si temiera de la cercanía de los animales, pero al mismo tiempo no pudiera contener su alegría de verlas.

En medio del entusiasmo, los navegantes iniciaron la labor que los había hecho embarcar y los tenía allí, entre oleaje del golfo de Tribugá. Yerson enfocó la vista de su cámara fotográfica. Toño anotó los datos científicos del registro. Happy permanecía atento a establecer las coordenadas del avistamiento y mantener en curso el bote. Mientras tanto, las orcas seguían ahí, muy cerca de su mirada. El encuentro se prolongó durante media hora, lo suficiente como para que pudieran recoger información básica de aquella manada. Pronto la tensión inicial de estar rodeados de los mayores depredadores de los océanos devino en una satisfacción inenarrable, pues notaron que no había ningún indicio de agresividad de parte de ellas. Era momento de regresar a tierra.

Happy giró el timón hacia Jurubirá y comandó el rumbo de vuelta. Las orcas siguieron su ruta hacia el sur, como si se dirigieran hacia Bajo Baudó, cerca del poblado de Pizarro. Aquellas aletas dorsales se fueron extraviando entre el oleaje del Pacífico. Los pescadores regresaron a su comunidad con una historia inolvidable para contar.

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Una orca curiosa se acercó al bote de los científicos comunitarios. Nadó exhibiendo su vientre blanco, que alcanzaba a dibujarse bajo el agua. Los tripulantes, entre la fascinación y el asombro, lograron registrar instantes de aquel encuentro. Video de Antonio Lloreda (Fundación R&E Ocean Community Conservation).

Inferencias científicas del avistamiento

La escasez de datos sobre orcas en el Pacífico colombiano ha sido un obstáculo para la comprensión de sus rasgos ecosistémicos en la región. Pese a ello, empezar a consolidar información científica acerca de la presencia de esta especie en el golfo de Tribugá constituye un aporte de gran valor.

En aquel avistamiento de mayo, los pescadores que integran el equipo de ciencia comunitaria de la Fundación R&E Ocean Community Conservation registraron la presencia de veintitrés orcas, entre las cuales se contaron algunas crías. Según las observaciones, al hallarse muy cerca de un banco de peces en la superficie, y con la presencia de las aves marinas como indicio, los cetáceos parecían estar persiguiendo sardinas, mientras continuaban el curso de su ruta migratoria. Al momento de la interacción con la lancha se mostraron curiosas y en actitud de juego con la embarcación.

Orca, golfo de Tribugá, R&E
Una de las mayores incógnitas científicas sobre las orcas que se han registrado en el golfo de Tribugá es identificar a qué ecotipo pertenecen. Por eso es clave obtener datos de su morfología y estructura genética para resolver tal inquietud, aunque ya se han planteado algunas hipótesis. La manada reportada por los científicos comunitarios de Jurubirá contaba con cerca de veintitrés individuos y nadaba con cerca de cinco crías. Información que podrá ser valiosa de cara a futuros encuentros con la misma especie en dicho territorio. Fotografía de Yerson Gonzáles (Fundación R&E Ocean Community Conservation).

Los científicos comunitarios lograron fotografías y videos, que, de acuerdo con las biólogas de la fundación, podrán ser útiles en la futura identificación de los individuos. Además, se georreferenció el punto en el que ocurrió el encuentro. La idea es que este reporte se sume a una base de datos que se construirá durante todo el año, y en la cual se describirán los avistamientos obtenidos durante los monitoreos de cetáceos de cada mes. Al final, la información pretende ser insumo de artículos de divulgación que amplíen el conocimiento acerca de las ballenas y delfines del golfo y que, a su vez, contribuyan a consolidar medidas para su protección y conservación.

Fue la primera vez que el equipo de ciencia comunitaria de R&E logró un registro de orcas en el golfo de Tribugá en el contexto de sus monitoreos de cetáceos. Con ello, más allá de coleccionar una anécdota extraordinaria, se han forjado pasos más firmes para comprender la enigmática presencia del supremo depredador de los océanos en sus aguas.

Reflexiones de los científicos comunitarios: del temor al conocimiento

La relación de las comunidades locales del golfo de Tribugá con los cetáceos ha empezado a dar señales de estar deconstruyéndose, en particular con especies como las orcas o los cachalotes. Por herencia cultural de sus mayores, los pescadores aprendieron que estos mamíferos marinos eran depredadores que podían representar un peligro para las embarcaciones y para ellos. No obstante, a partir de procesos de ciencia comunitaria y educación ambiental aquellos imaginarios parecen disiparse de manera paulatina.

«Ahora que iniciamos esta faceta de monitoreos y de entender la dinámica de los cetáceos, hemos empezado a darnos cuenta de que las orcas no es que sean ofensivas. De hecho, pueden ser amigables y tolerantes con los humanos, pero, al principio de la historia nuestra como pueblo negro las veíamos como una amenaza por lo que eran raras en el territorio. Uno va investigando y comprendiendo que hay muchas especies en el océano, y entonces ahora estamos prestos a estudiarlas y a observarlas. En otras ocasiones las evitábamos. Hoy en día está la ansiedad de querer saber más de ellas porque uno desconocía su información. Antes de esto uno creía que la orca era una ballena y en realidad son delfines grandes», confiesa Yerson.

Al ver a las orcas acercarse tanto a la embarcación, este jurubiraseño se sintió preocupado e intimidado. Aunque en escenarios distintos al del monitoreo ya había tenido encuentros con la especie, esta vez hubo la oportunidad de estar más próximos a ella que nunca. Hubo tensión, expectación, asombro y, después al no notar una actitud hostil de los cetáceos, la decisión fue sólo disfrutar de su belleza y gracia durante el avistamiento.

Para Happy las orcas no son tan desconocidas. Siendo como es un pescador y capitán avezado afirma haberlas observado muchas veces durante sus faenas, sobre todo en tiempos de abril a junio, que es la época de sardinas en el golfo de Tribugá. Hasta aquel avistamiento, este jurubiraseño prefería esquivar a dichos cetáceos cuando advertía su presencia. Ahora puede contar que el encuentro con ellos fue pacífico y tranquilo. Una anécdota inolvidable entre su colección de historias en el mar.

Yo tenía recelo, no me sentía tan confiado. En mi tierra les tenemos un poquito de miedo o respeto a las orcas porque dicen que son asesinas. Al verlas sentí satisfacción, pero también inquietud cuando nadaban por debajo de la lancha. Estoy acostumbrado a verlas, pero no a acercármeles. Ya me las he encontrado mucho cuando salgo a pescar. Ellas son muy curiosas. Nuestros antepasados sembraron ese temor y uno creció con eso"

Explica Happy

Más allá del temor, nunca ha ocurrido un incidente de ataque de orcas a embarcaciones o seres humanos en el Pacífico colombiano. La armonía de dicha relación depende de que se conserve y respete el espacio de este y otros mamíferos marinos en sus travesías por las aguas nacionales. De hecho, según lo relatan los mismos pobladores locales, hasta hace unos años, incluso la ballena jorobada, hoy tan admirada y reconocida, generaba desconfianza. Ello cambió con la irrupción del turismo de avistamientos y con la llegada de proyectos de educación ambiental y científica dentro de las comunidades.

Por esta razón, el esfuerzo de investigación que empiezan a desplegar diferentes organizaciones científicas, de la mano con las poblaciones locales, es un paso al frente para intentar dilucidar el enigma que supone la presencia de esta y otras especies de cetáceos menos frecuentes en el golfo. Conocerlas, comprender sus comportamientos y rasgos ecológicos, entender los motivos de su presencia y admirarlas con distancia contribuirá a la conservación de estos gigantes del océano.

La hipótesis del ecotipo tropical​

Los registros de orcas en el Pacífico colombiano han aumentado en el último lustro. Ello se explica a partir de que las comunidades tienen mayor acceso a tecnologías de información, con lo cual pueden estar comunicando de forma casi inmediata los avistamientos. Además, la articulación entre las poblaciones locales y las organizaciones científicas ha redundado en una interacción constante. En lo que ha discurrido de 2023, hubo reportes —tanto de ciencia ciudadana como de operadores turísticos e investigadores— de al menos tres encuentros con esta especie en las áreas marítimas de los golfos de Tribugá y Cupica, y uno más, descrito por la Fundación Malpelo y Otros Ecosistemas Marinos, en las aguas oceánicas aledañas a la isla Malpelo.

El 3 de julio de 2023 un equipo de investigadores de la agencia de turismo científico Madre Agua Colombia reportó el avistamiento de orcas durante un monitoreo enfocado en la búsqueda de jorobadas. Según el relato de esta organización, en las aguas de Bahía Solano (golfo de Cupica) los expedicionarios observaron aleteos sobre la superficie y se acercaron para identificar la presencia de cetáceos. La sorpresa llegó pocos minutos después: una orca hembra movía su cola sobre las olas, chapoteaba en el agua, daba pequeños saltos y parecía querer interponerse en el curso de un par de yubartas que nadaban hacia el norte.

El odontoceto mostró una actitud de acecho frente a las ballenas, y estaba acompañada de un macho que permanecía sumergido. Los rorcuales respondieron con golpeteos pectorales y bufidos. Instantes después otras tres jorobadas se unieron al grupo de misticetos. Fue la primera vez que Madre Agua Colombia logró un registro propio de orcas en Bahía Solano (su área de investigación). Un encuentro que, además, permitió a los investigadores observar la interacción entre esta especie y las ballenas jorobadas, la cual supone en sí misma un hecho de gran valor científico.

Además de este reporte y del encuentro de los científicos comunitarios de Jurubirá, el 2 de mayo de ese año, pescadores de Bahía Solano informaron sobre la aparición de un grupo de orcas que iba tras la caza de una manada de delfines moteados pantropicales. Ello ocurrió en las aguas del norte de dicho municipio chocoano.

De acuerdo con el biólogo Jaime Bolaños, quien está liderando la recolección de información sobre la especie en todo el Pacífico Oriental Tropical —cuya área se extiende desde el sur de México hasta las islas Galápagos—, si se cuenta a partir de 1988, existen más de treinta registros de orcas en el Pacífico colombiano. Las áreas nacionales en las que se concentran son los golfos de Tribugá y Cupica, así como la isla Gorgona.

Uno de los ejes claves de investigación para comprender la presencia de orcas en el Pacífico colombiano es establecer qué ecotipo es el que visita estas aguas. Se estima que existen diez variedades diferentes de estos odontocetos que, aunque pertenecen a la misma especie (Orcinus orca), muestran patrones de distribución, alimentación, conductuales (culturales), morfológicos e incluso genéticos disímiles.

Para la bióloga Dalia Barragán Barrera —especialista en mamíferos marinos e investigadora de la Fundación R&E Ocean Community Conservation—, por la ubicación ecuatorial del Pacífico colombiano es posible que allí confluyan tanto los ecotipos reportados en el norte como en la Antártida.

Por su parte, el estudio encabezado por Jaime Bolaños tiene como punto de partida la hipótesis de que la mayoría de grupos de orcas que se observan en los golfos de Tribugá y Cupica, así como en Gorgona y demás áreas del Pacífico colombiano, conforman un ecotipo propio que se desplaza por todo el Pacífico Oriental Tropical. Esta hipótesis fue planteada por el equipo científico que acompaña al investigador mexicano Manuel Vargas Bravo, de la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad de Colima, pero ha sido retomada por diversos biólogos, con el propósito de profundizar en la descripción de dicho ecotipo.

Escuche uno de los pocos registros acústicos de orcas tomados en el Pacífico colombiano

En agosto de 2020, Vargas Bravo y su equipo de científicos revelaron los resultados de un estudio desplegado en las costas del Pacífico oriental mexicano —publicado en la revista Marine Mammal Science— entre 2010 y 2014, en el cual se describe que los grupos de orcas distribuidos en esta área constituyen un nuevo ecotipo de la especie. Los investigadores rastrearon la presencia de estos cetáceos durante ese tiempo, tomaron muestras fotográficas, realizaron pruebas de tejido de la piel tanto de los cetáceos como de sus posibles presas y compararon mediante fotoidentificación las características morfológicas de dichos especímenes con otras manadas que se distribuyen en el Pacífico norte.

Al escudriñar en los insumos obtenidos durante el tiempo de exploración, los investigadores encontraron que los rasgos morfológicos del grupo de orcas que se distribuyen por el Pacífico Oriental Tropical son distintos a los de otros ecotipos ya reconocidos del norte, como las residentes, las transeúntes y las oceánicas. Las diferencias físicas parecen sutiles, pero fueron detalles esenciales para definir los hallazgos de su estudio.

Asimismo, describieron que, a diferencia de las orcas residentes, que se alimentan de peces, de las transeúntes, que cazan mamíferos marinos, tiburones o rayas, y de las oceánicas, que además de otros cetáceos comen peces, las del ecotipo tropical tienen una dieta amplia y más generalizada: desde tortugas marinas, escualos y cardúmenes hasta delfines y ballenas. A partir de estos elementos, los científicos encontraron indicios que permiten sugerir que dichas poblaciones del Pacífico Oriental Tropical configuran un ecotipo diferente a los ya reportados de forma robusta, pero sostuvieron que desarrollar futuros estudios morfológicos, acústicos y genéticos contribuirá a confirmar esta hipótesis.

Con todas estas perspectivas, los esfuerzos de variadas instituciones científicas, de los investigadores y de las comunidades locales, por profundizar el conocimiento sobre las orcas en el Pacífico colombiano (en particular en el golfo de Tribugá), son un punto de inflexión para comenzar a encontrar respuestas acerca de las razones ecológicas por las cuales hacen su aparición en estas aguas. En un futuro cercano, la posibilidad de realizar trabajos de fotoidentificación, así como tomar muestras de tejido que permitan estudios genéticos, brindarán nuevas pistas a la hora de corroborar el ecotipo y las particularidades de estas poblaciones. Las incógnitas buscan el camino para empezar a despejarse.

Autor

Felipe Gaitán

Felipe Gaitán García

Periodista científico

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